Skip to main content

Cultura

Niño de Pura se despide esta tarde en el Teatro Segarra

  • Pere Ferreres

Cuando de niño correteaba junto a su madre por el barrio, para todos era “el niño de Pura”, que finalmente adoptaría como nombre artístico. Daniel Navarro Cruz, “Niño de Pura”, (Sevilla, 1966) vive y muere a diario en un enfrentamiento creador sin pausas. El sonido de su guitarra llega al público con una fuerza estremecedora. Es el atleta de las seis cuerdas. El 2 de marzo pone el broche de oro a su carrera en Santa Coloma. El Parkinson le aconseja hacerlo. Paco Santana y Jordi Caupena, de la Fundación Manolo Sanlúcar Aura Seguros que preside José Martínez, nos pusieron en contacto con el Niño de Pura para atendernos por teléfono, antes de coger la guitarra y la maleta para desplazarse a Santa Coloma.

- ¿Por qué ha elegido Santa Coloma para despedirse?

-Hace un cuarto de siglo que voy a Santa Coloma y tengo grandes recuerdos. Es bonito tocar y saber que hay gente que te quiere. Hubiera podido despedirme en Sevilla, pero Santa Coloma es especial para mí. Me lo pidió José Martínez y no me lo pensé. Será mi último concierto y me acompañará La Pastora, una artista tremenda. Quiero despedirme ahora, que aún tengo fuerzas. Esta enfermedad del Parkinson, lo mismo se para un ratito que empieza a correr. Es el momento. Quiero despedirme en Santa Coloma como Dios manda.

-El flamenco es su vida.

-Lo ha sido, lo es y no dejará de serlo. El flamenco es arte, pasión, sentimiento. Una forma de vida, aunque yo he sido un flamenco, un artista, muy atípico. Yo he venido de dar conciertos y no me he ido de fiesta, me he ido a correr. Piensa que en mi franja de edad soy campeón de Andalucía de 1.500 y 3.000 metros. Yo soy de José Luis González y José Manuel Abascal. Con Antonio Prieto corrí una vez. Y también he coincidido con Antonio Jiménez, “El Penti”, atleta olímpico. Soy más de correr que de copear. Me encanta el deporte. Ahora tengo una lesión en la espalda y he reducido los entrenamientos, pero he sido siempre feliz al correr, por el campo, especialmente, en Punta Umbría. El olor del terreno de pinos mojados en las marismas no tiene comparación con ninguna colonia posible.

-Todos venimos de todos, ¿pero usted viene especialmente de Manolo Sanlúcar?

-Soy guitarrista por él. Yo era un niño que manejaba bien la guitarra, pero luego me iba a la calle a jugar de portero de fútbol.  Y cuando mi padre me dijo que tenía que ir a Sanlúcar de Barrameda para que me viera Manolo, yo estaba nerviosísimo. Toqué un poquito y me cogió. Tenía 12 años. Manolo Sanlúcar me enseñó disciplina y me marcó los pasos para llegar a ser guitarrista.

-¿El pellizco no se aprende, se nace con él?

-Se nace y se aprende, también. Hay gente que lo tiene intrínseco. El pellizco es de privilegiados, como la sensibilidad. Se supone que yo tengo pellizquito. El público condiciona. Un día, en Holanda, me comentaron que el público no había tocado nunca las palmas. Y era verdad, no encontraba la forma de levantarlos de sus asientos. Terminé con un fandango y se rompió todo. No dejaron de tocar las palmas y aplaudir durante seis largos minutos. Hace poco, en Córdoba, me interrumpieron cinco veces con palmas y fue apoteósico. El público también tiene que ser entendido.

-¿Qué es la pureza?

-Esa mijita que se recoge de varias cosas a la vez. El compendio de todo lo que te rodea, con cariño. Lo más puro se consigue al comprimir lo menos puro. A veces, el que canta ni se da cuenta de cómo canta de puro.

-¿Y una guitarra flamenca?

-Mi vida y la pasión. Cuando estoy triste, la guitarra es lo único que me consuela.

-Camarón estaba enamorado de una guitarra, una Ramírez con el clavijero de palo que había visto en casa de su amigo Candado Calleja, en Santa Coloma. ¿Cuál es su preferida?

-Las ocho que tengo. A veces me paso un año sin tocar una de ellas y cuando la vuelvo a tocar suena de maravilla. Somos maniáticos. Va en función del momento, del estado de ánimo, de lo que te pida el cuerpo, que te decidas por una o por otra.

-Camarón decía: “Vale más un gitano que un Mercedes”.

-¡Mejor que monte el gitano en el Mercedes y ya lo tiene todo! El Mercedes es material y el gitano es un ser humano. Mis mejores amigos son gitanos. ¡Dan la vida por ti! Algunos dicen que el gitano, si no te la hace de entrada te la hace de salida. Yo conozco payos que te la hacen de entrada y de salida.

-Decía el poeta Leopoldo María Panero desde el psiquiátrico de Mondragón: “Sin la salsa de la locura, la vida es insípida”. ¿Qué le parece?

-Coincido. Si le pones método a todo, absolutamente todo, no disfrutas de la vida. Hay que estar un poco loco.

-¿Cómo ahogaría una pena Niño de Pura?

-Con la guitarra, que me da lo que yo quiero, porque la toco yo. Y con un buen vino, con un buen potaje con una buena pringá, que nunca me ha sentado mal eso. Y hacer el amor, que tampoco falla jamás.

-Cuando gana el Betis, ¿con qué notas se arranca?

-Notas mayores, que son de alegría.

-Y cuando sube a un escenario, ¿qué ve?

-Recuerdo Austin, en los Estados Unidos. Allí y en México los teatros son muy grandes. Antes de salir, me asomé y al ver a tanta gente pensé: ¿Esto cómo es, Dios mío? Es una imagen que se quedó grabada.

-¿Reza antes de empezar un concierto?

-Soy de la Virgen del Rocío, pero no rezo antes de salir a escena. En ese momento, me muero por dentro.

-Le diagnosticaron Parkinson en 2015. Lorca decía: “Solo el misterio nos hace vivir”.

-A mí, mi mujer, María José, mis hijas Pura y Gloria, mi hermano José Joaquín. Soy muy familiar. Yo estoy aquí por mi familia. El calor que me da la gente de mi entorno es vital. Cuando me diagnosticaron la enfermedad, me preguntaba ¿por qué a mí?, con lo bien que yo estaba, con la ilusión de un niño chico. He sido una persona incansable, que siempre persiguió el triunfo. Ahora, noto más los síntomas del Parkinson y me encuentro más bajo de ánimo. Por eso he decidido terminar, ¡Y que la gente lo disfrute como lo disfruto yo!